La organización Greenpeace acusa a las grandes multinacionales de la alimentación de acelerar el desastre ecológico con su demanda creciente de aceite de palma y biocombustibles, en un informe hecho público ayer en Londres.
Greenpeace acusa concretamente a Uniliver, Nestlé, Procter & Gamble y otras multinacionales de contribuir a la destrucción de las turberas de Indonesia en beneficio de esos cultivos.
Titulado 'Cooking the Climate' (Hirviendo el Clima), el informe demuestra cómo esas grandes compañías miran para otro lado mientras se destruyen reservas naturales que capturan el carbono de forma natural y ayudan así a la lucha contra el cambio climático.
La pequeña provincia indonesia de Riau, en la isla de Sumatra, acoge actualmente el 25% de las plantaciones de aceite de palma de Indonesia, y hay planes para expandir el área en tres millones de hectáreas, lo que haría que se cubriese de plantaciones la mitad de la isla.
Ello tendría consecuencias devastadoras para las turberas de Riau, que almacenan actualmente 14.600 millones de toneladas de carbono, lo que equivale a todas las emisiones mundiales de gas invernadero durante un año.
Según investigaciones llevadas a cabo recientemente por Greenpeace en Riau, un importante productor indonesio de aceite de palma lleva a cabo la destrucción a gran escala de turberas, "en violación flagrante de un decreto presidencial y del reglamento nacional indonesio sobre silvicultura".
"Nuestra investigación demuestra que un puñado de empresas internacionales son responsables, aunque sea indirectamente, de la destrucción de las turberas indonesias para la producción de alimentos, combustible y detergentes", afirma Emmy Hafild, directora ejecutiva de Greenpeace para el Sureste de Asia.
"Algunas de las marcas más conocidas del mundo están literalmente hirviendo el clima", agrega Hafild, citada en un comunicado de la organización ecologista. Según Greenpeace, las plantaciones de Indonesia atienden a las necesidades mundiales de aceites baratos, que pueden doblarse en los próximos 25 años y triplicarse de aquí al 2050.
"Reemplazar aunque sólo fuera un 10% de la demanda mundial de biodiesel para el transporte por carretera requeriría más del 75% de la demanda total actual de aceite de soja, palma y colza", afirma la organización.
El informe documenta cómo las multinacionales están aprovechándose de la preocupación mundial por el cambio climático para promover el empleo de aceite de palma como biocombustible.
Los gobiernos de todo el mundo se dedican a fijar objetivos para la producción de biocombustibles y su empleo como alternativa al petróleo y al diésel convencionales. Y, según denuncia Greenpeace, la sustitución de bosques y turberas por plantaciones de aceite de palma contribuye a la llegada de más dióxido de carbono a la atmósfera, con lo que se acelerará el calentamiento del planeta. "La destrucción de selva virgen para el cultivo de aceite de palma para biocombustibles es ni más ni menos que vandalismo climático", afirma Pat Venditty, que dirige la Campaña Forestal de Greenpeace.
Advierte de que "sin salvaguardas que detengan la utilización de aceite de palma para nuestros coches, los gobiernos están impulsando la destrucción del bosque tropical y aumentando las emisiones de carbono en nombre de la salvación del planeta".
La deforestación es responsable, según Greenpeace, de aproximadamente un quinto de las emisiones globales de gas invernadero y sólo la de las turberas de Indonesia equivale a un 4% de ese total. Greenpeace aboga por la detención inmediata de la destrucción de los bosques y la degradación de las turberas como la forma más eficaz de recortar las emisiones de Indonesia. "En la conferencia sobre el clima de la ONU, el próximo mes en Bali, los dirigentes políticos participantes tienen que comprender que necesitamos efectuar fuertes recortes en las emisiones de gas invernadero y hacerlo además rápido", afirma Pat Venditti.
Greenpeace quiere que los gobiernos representados en esa conferencia negocien un nuevo mecanismo de financiación para proteger los bosques tropicales que aún quedan como parte esencial de la próxima fase del protocolo de Kioto sobre el cambio climático.
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