El próximo domingo de madrugada los ciudadanos de la UE retrasaremos nuestros relojes, una medida de dudosa rentabilidad que nos permitirá dormir una hora más pero provocará molestias en el sueño a muchas personas, sobre todo a niños y ancianos.
El cambio de hora, de obligado cumplimiento en toda la Unión, comenzó a generalizarse a partir de 1974, cuando por la primera gran crisis del petróleo algunos gobiernos decidieron adelantar una hora los relojes durante los meses de más luz -entre marzo y finales de septiembre- para reducir el consumo de electricidad.
En 1981 se adoptó una primera directiva comunitaria, que fue renovada cada cuatro años hasta que en enero de 2001 el Parlamento y el Consejo de la Unión aprobaron la novena, que daba carácter indefinido al cambio horario.
El Gobierno español decidió en marzo de 2002 incorporarla mediante un real decreto a nuestro ordenamiento jurídico, y así el último domingo de marzo los relojes se adelantan una hora y se retrasan el último de octubre, como en todo el territorio comunitario.
Muchos son los detractores de una medida cuyos resultados económicos ni la propia UE conoce con exactitud, ya que sus repercusiones, especialmente en verano, son muy distintas en función de la situación geográfica de los países y también diferentes en cada sector de actividad. "De ahí la dificultad -reconoce la UE- de alcanzar conclusiones universales".
El ahorro energético pretendido no es pues el mismo en un país del norte que en uno del sur. Más concretamente en España, no tiene las mismas consecuencias en Baleares que en Galicia, zonas entre las que existe una diferencia solar de una hora.
"Resulta muy sospechoso -dijo Manuel Toharia, director del Museo de las Ciencias de Valencia- que una medida como ésta sea efectiva al mismo tiempo en Dinamarca o Alemania que en España, Grecia o Italia. Incluso en un mismo país. ¿De verdad ahorran lo mismo los gallegos que los andaluces?".
"Por otra parte -continúa- ¿cuál es la fecha idónea para ese cambio? ¿Porqué no duran la hora de invierno y la de verano exactamente medio año, que sería lo justo si de verdad el ahorro se debe al descenso o aumento progresivos de horas de sol entre equinoccio y equinoccio?".
La Comisión Europea reconocía en 2000 que el ahorro energético era "relativamente modesto", entre un 0 y un 0,5%, tesis que corrobora Red Eléctrica de España, que lo considera "insignificante, no relevante". "De no producirse el cambio horario -informó un portavoz de Red Eléctrica- el consumo de más estaría en torno a los 40.000 megavatios hora al año, una cantidad insignificante frente a los cientos de miles de gigavatios que se consumen anualmente".
Escaso ahorro
Según estimaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el ahorro doméstico en iluminación desde finales de marzo hasta el próximo fin de semana puede representar un 5%. "Si el consumo medio de una familia española es de 3.200 kilovatios hora, el ahorro sería de más de 6 euros por hogar y más de 60 millones para el conjunto".
A ello habría que sumar, procedente del comercio y los servicios, según el IDAE, un ahorro del 3% -más de 6 millones de euros- en concepto de reducción de consumo de aire acondicionado.
"Obviamente -destaca Toharia- lo que se ahorra por la mañana se gasta de más por la noche, o viceversa, pero el tiempo bruto de actividad, con o sin luz solar, es el mismo que si no cambiáramos la hora".
La patronal de las eléctricas, Unesa, estima "eficaz" la medida y "efectivo" el ahorro que conlleva, aunque no lo cuantifica. "Si no hubiera ahorro no se haría", comentó un portavoz de la organización. "Si se retrasara, por ejemplo, una hora el encendido de las luces navideñas en toda España ahorraríamos lo que produce una unidad nuclear", agregó.
El cambio de hora, según los expertos consultados, se soporta mejor en otoño que en verano, pero en ambos casos afecta al reloj biológico de las personas y provoca trastornos en el sueño especialmente en niños y ancianos.
Según dijo el pediatra José García Sicilia, del madrileño hospital infantil de La Paz, el cambio de otoño "afecta mucho a los bebés, pero menos que a los adultos. Para los más pequeños es peor el de verano, pues les supone levantarse antes".
En ambos casos, las consecuencias no son graves, "los problemas duran poco y nuestro organismo acaba acostumbrándose. Es cuestión de días", añade. "Es necesario -afirma la Comisión Europea en un informe- de uno a siete días para que la hora de despertar, la temperatura y la calidad del sueño se adapten al nuevo horario. En general -continúa- las perturbaciones desaparecen al cabo de una o dos semanas".
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